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martes, 4 de septiembre de 2007

Salamanca: un placer

Mucho antes de llegar a Salamanca fuimos descubriendo el precioso paisaje multicolor de los campos castellanos. El verde oscuro de las encinas, el oro del trigo, el tono rojizo de la tierra labrada, y el intenso azul del cielo recortado, a lo lejos, por la línea del horizonte. Balas de paja, toros, campanarios, siluetas de pueblecitos a contraluz y, alzando la mirada, pudimos ver algún buitre e incluso águilas y, cómo no, las entrañables cigüeñas con sus nidos apoyados sobre casi cualquier lugar.
Ya estábamos cerca. Teníamos ganas de llegar porque nos esperaba una gran ciudad. Bella, majestuosa y elegante. Con dos catedrales y una plaza mayor que es la envidia de cualquier ciudad. En esa imponente plaza mi madre se toma tradicionalmente un batido de fresa cada vez que va, y yo sigo la tradición. Lo tiene todo (menos mar, aunque tiene un río, el Tormes, que ha inspirado prosas y poesías).
Una vez allí, pudimos ver de nuevo su Universidad y volvimos a buscar, -porque es obligado-, la famosa rana y también el más reciente astronauta de la fachada de la Catedral. Comí carne tan buena, que no la comía desde la última vez que estuve allí hacía ya seis años. Y un jamón único e increíblemente sabroso. Visitamos pueblos casi mágicos como Candelario, con esa construcción tan original de paredes cubiertas de tejas, las regateras de las calles por donde discurre el agua sin cesar y sus famosas y originales batipuertas. También Alba de Tormes donde murió Santa Teresa. Allí dejé unas oraciones. Luego: El Castañar. Precioso lugar donde los castaños se alzan esplendorosos y, en esta época, con pequeños frutos inacabados. En este lugar se encuentra el Santuario de Nuestra Señora del Castañar construido en la primera mitad del siglo XVIII, donde dejé también otras oraciones.
Y luego, La Vellés, pueblo de poco más de 400 habitantes en la comarca de La Armuña donde se cultivan lentejas y garbanzos de reconocida calidad. A este lugar le tengo un especial cariño por ser donde nació mi madre.
Nos atrevimos a hacer una excursión al valle de Las Batuecas recorriendo una sinuosa y estrecha carretera desde la que se podía contemplar un maravilloso y único paisaje con unas bellísimas montañas cubiertas de árboles diversos como los alcornoques, algunos desvestidos a mitad por haber extraído la corteza para la elaboración, sobre todo, de tapones de corcho.
Estuvimos alojados en el Hotel Rector: maravilloso. Un hotel pequeño, de 13 habitaciones y 4 estrellas que parecen 6. Habitación confortable, decoración agradable, servicio excelente, situación muy buena y trato amable, correcto y familiar. En fin, para volver.
Salamanca es un lugar altamente recomendable para aficionados a la fotografía. Es una ciudad que por su belleza y detalles incita y provoca al fotógrafo que se convierte en un incansable y casi compulsivo buscador de encuadres, lo cual es, por cierto, una tarea interminable.
Fotógrafo o no, te aconsejo vívamente una visita a esta histórica ciudad. Vale la pena. Y llévate la cámara para no arrepentirte después.
Y, hablando de fotos, os dejo unas cuantas con las que disfruté especialmente.

2 comentarios:

ChusdB dijo...

te he mandado a tu e-mail la foto del astronauta del portal de la catedral,por si alguien no lo ha podido encontrar...

nacho roca dijo...

Perdona Chusdb que haya tardado tanto en publicar tu comentario y en contestarte. Me he despistado :-s
Como no se puede la foto en los "comentarios", la pondré en un "post dedicado" a la foto. Muchas gracias por tu aportación.